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"AHORA EMPIEZAN LAS VACACIONES"

10/03/2014
LA CASA DE LA PORTERA



De nuevo en nuestra Casa de la Portera. Hoy nos invita Strindberg a uno de sus escenarios sombríos con un título falsamente optimista: "Ahora empiezan las Vacaciones". El paisaje inicial, hermético y pesado, traduce inmovilismo, soledad interior, negación, silencios culpables y mucho dolor. En esta casa sobran puertas: puertas que aíslan, puertas que insultan, que ocultan lo inefable, que mienten con violencia. Aún flotan en esta atmósfera mágica las “Cenizas” que Chevy Muraday trajo a esta sala. Entonces, y ahora, gracias a la universalidad y la eternidad del buen teatro, decíamos: "Todo es gris: luz gris, ceniza gris, vida gris. Gris es el color del vacío, de la incomunicación, de una búsqueda desesperada de identidad, de palabras que se dicen para uno mismo, nunca para ser escuchadas, de miradas que miran pero no ven."--- "Las relaciones humanas pueden llegar a ser asfixiantes. Si no se respeta la distancia, se acaba el oxígeno, se termina la vida." 


Bajo una estructura lineal muy clásica, se narran, con unidad espacial y temporal, las horas siguientes a un sepelio. El difunto ya no está; sus familiares se reúnen. Con este telón de viaje, de movimiento, se desencadena un replanteamiento de las relaciones de poder, claramente polarizadas en una etología sado-masoquista. El poder y la sumisión se ejercen con espontaneidad, pretendiéndose perpetuar los comportamientos del pasado. El cambio asusta, abre nuevos escenarios y descubre miedos e inseguridades fosilizados. Pero este cambio impone una respuesta. La verdad, en lenguaje bíblico, libera y su descubrimiento ilumina rincones polvorientos, nunca habitados por el aliento humano. Esta verdad descubre lo que nunca se quiso ver: lo inevitable, la futilidad de respirar y comer, de amar y vivir.

Paco Bezerra exprime el texto original de Strindberg (“El Pelicano”) para ofrecernos una asfixiante distrofia sentimental orquestada con maestría por Luis Luque, que ha encontrado en La Casa de la Portera el lugar perfecto para envolver a los cuatro actores de la función en un ambiente empapado de canibalismo afectivo. Y esto contagia irremediablemente al espectador, que paladea la tensión minuto a minuto. Lola Casamayor es la madre, una hidra preñada de maldad que se alimenta con avidez de la debilidad de sus propios vástagos. Grande, grandísima esta actriz que nos regala una interpretación aterradoramente buena en la que despliega todo un abanico de miradas despectivas y palabras emponzoñadas sin un ápice de arrepentimiento a pesar de su crueldad. Raul Tejón nos sorprende con un nuevo registro encarnando a un superviviente nato con unos objetivos muy claros. No tiene límites porque conoce su poder y esto le convierte en un animal peligroso siempre dispuesto a atacar. Y por último están los hijos, Juan Codina y Raquel Pérez. Dos de las actuaciones más memorables que hemos visto esta temporada. Cada vez que aparecen en escena el aire se vicia con su desidia y fragilidad. Tan golpeados, castrados y vapuleados por el destino que sientes el impulso de abrazarlos para ofrecer un mínimo consuelo.  Son dos lágrimas sin ojos que las lloren esperando a que el tiempo  evapore su existencia.

Es antigua la referencia a la vida como viaje, como devenir: Homero, Jorge Manrique,  Kavafis... Lo terrible es la huida impuesta, no el destino buscado; lo terrible es que los juguetes (humanos) sean conscientes de sus fracturas y se retiren, tristes, como los elefantes de Tarzán, a su cementerio secreto, tras una cascada, donde no hace frío, ese frío esencial del alma, y donde no se sueña con alimentos, porque nunca se ha pasado hambre. Vanuatu (exotismo romántico) sirve como exilio dorado, como sueño frente a la consciencia del dolor insoportable; pero es una ficción. Hay tanto sufrimiento irreparable, que su código genético ha quedado dañado; tan sólo resta la dignidad de una búsqueda activa, por primera vez en su vida, de su propio destino, aunque ese destino huela a la belleza definitiva de un ocaso elegido, ajeno, como Norma Desmond y sus otros dioses, al ruido de un mundo que nunca pisaron.

Si se ama el teatro, ésta es una obra imprescindible. No caben más palabras.

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